16 de abril de 2013

Las once cicatrices de Pierce

25 de septiembre del 2000;

Junto a Tony Battie y su hermano Derrick, Pierce concurrió a una fiesta en el Buzz Club, un after-hour con cerca de 300 personas, entre hombres y mujeres, dispuestos a divertirse con bebidas y música disco. Era domingo, un día que normalmente no abría este club, pero había sido una excepción como parte de una fiesta privada. El alero de los Celtics, en su tercera temporada como profesional, arribó a la 1.00 AM y rápidamente comenzó a saludar gente: ya era reconocido como una de las figuras de los Celtics.


Pierce, entro en una sala al final del club, ya conocido como una estrella, dos chicas murmuraban sobre él, tras unos minutos, Pierce, se atrevió a hablarles, se trataba de Delmy Suarez y Keisha Lewis.
A la derecha del triángulo, entre las mesas de pool y una ventana que daba a la calle, un hombre observaba la situación con cara de pocos amigos. Parecía que algo le estaba molestando seriamente: una rara combinación de envidia y celos lo atravesaba como una daga.


- "¿Qué te pasa negro?"- dijo el hombre, reconocido con el apodo de 'Roscoe', de manera poco amigable a Pierce.
Era el primo de Keisha Lewis.
- "Tranquilo hombre, tranquilo" -contestó Pierce. "Sólo estamos hablando".
-¿Qué te sucede negro?- repitió 'Roscoe', luego conocido con su verdadero nombre (William Rangland). Acto seguido empujó a Pierce fuertemente en el pecho.


En ese momento, una multitud se abalanzó sobre el alero de Boston. Recibió golpes de todo tipo, un impacto con una botella de champagne en su rostro y once puñaladas divididas entre el pecho, su cuello, su cara y su espalda, que cambiaron su vida para siempre. Se trataba de personas vinculadas con los Made Men, un grupo de rap más conocido por sus arrestos y hechos vinculados a la delincuencia que por su calidad musical.


Pierce, desparramado en el piso, se tomó el rostro, que estaba cubierto de sangre. Empezó a pedir ayuda. Rangland había sacado un cuchillo de hoja plana del bolsillo derecho de su pantalón en un intento que, de milagro, no terminó con la vida de 'La Verdad'.


Rangland fue hacia el baño para lavarse las manos cubiertas de sangre. Acto seguido abandonó el recinto en un auto de lujo plateado y largo, que no pudo ser identificado en tiempo y forma por la policía de Boston.  Se sentó en el asiento trasero y el chofer arrancó a máxima velocidad.
La seguridad de la disco liberó el paso para Pierce y los hermanos Battie, mientras el alero de Boston se debatía entre la vida y la muerte.


Tony y su hermano Derrick salvaron la vida de Pierce. Lo cargaron en su auto y manejaron a toda velocidad hacia el New England Hospital.


Al llegar al hospital, Pierce estaba envuelto en dolor. Sus amigos lucían desesperados. El alero de Celtics tenía fuerzas sólo para preguntarles a los doctores si todo terminaría allí. El pánico se había hecho acreedor de la escena, todo era caótico. Una estrella del básquetbol mundial estaba en manos de un grupo de médicos de urgencia.


Antes de entrar en cirugía, en el ascensor, Pierce miró fijo a los ojos a Battie e hizo una pregunta que Derrick jamás pudo olvidar:"¿No me han dado en el brazo, no?".


Mientras luchaba por su vida, el alero de Boston sólo podía pensar en básquetbol. Es que el básquetbol era su vida, no podía establecer ambas cuestiones como entes separados: todo era parte de lo mismo.
La operación fue exitosa y los médicos confesaron que la chaqueta de cuero lo había salvado, porque había impedido mayor profundidad en las heridas producidas por el arma blanca. Una de las puntadas recibidas había quedado a centímetros del corazón: con un atuendo diferente, la historia hubiese sido completamente distinta.


"De alguna manera, Dios estaba mirando encima de sus hombros", dijo el Dr.Graham luego de evaluarlo.


EL JUICIO Y LOS IMPLICADOS


William Rangland fue sentenciado de siete a diez años en 2002 por el ataque. Trevor Watson, una de las personas que tuvo un rol secundario en la agresión a Pierce, fue condenado a un año de prisión.


Pasó mucho tiempo sin que se sepa qué había detrás del ataque a Pierce. Cada una de las cicatrices que conserva en su cuerpo le recuerda a Paul el sufrimiento de aquella fatídica madrugada del 25 de septiembre en el Buzz Club.


"Estos son mis marcas ahora, y viviré para siempre con ellas", señaló Pierce, quien en aquel entonces no se había sometido a ningún tatuaje.


A partir de entonces, la vida del alero de Celtics cambió para siempre. Tras salir del hospital, su profesionalismo se enfocó y comenzó a tener más paciencia. A valorar más la vida, las cosas pequeñas. A moldear, de alguna manera, su carácter. Fue la bisagra que modificó al joven talentoso en un hombre de estructura de acero. La transformación del deportista corriente en 'La Verdad'.


"Recuerdo a los doctores diciendo, tras su recuperación, que Paul no podía ni siquiera poner sus manos encima de la cabeza. El mismo día que le dijeron eso, ya estaba ejecutando lanzamientos al aro", señaló Jim O'Brien, en aquel entonces entrenador de Celtics.





0 comentarios:

Publicar un comentario