25 de septiembre del 2000;
Junto a Tony
Battie y su hermano Derrick, Pierce concurrió a una fiesta en el Buzz Club, un
after-hour con cerca de 300 personas, entre hombres y mujeres, dispuestos a
divertirse con bebidas y música disco. Era domingo, un día que normalmente no
abría este club, pero había sido una excepción como parte de una fiesta
privada. El alero de los Celtics, en su tercera temporada como profesional,
arribó a la 1.00 AM y rápidamente comenzó a saludar gente: ya era reconocido
como una de las figuras de los Celtics.
Pierce,
entro en una sala al final del club, ya conocido como una estrella, dos chicas
murmuraban sobre él, tras unos minutos, Pierce, se atrevió a hablarles, se
trataba de Delmy Suarez y Keisha Lewis.
A la derecha
del triángulo, entre las mesas de pool y una ventana que daba a la calle, un
hombre observaba la situación con cara de pocos amigos. Parecía que algo le
estaba molestando seriamente: una rara combinación de envidia y celos lo
atravesaba como una daga.
- "¿Qué
te pasa negro?"- dijo el hombre, reconocido con el apodo de 'Roscoe', de
manera poco amigable a Pierce.
Era el primo
de Keisha Lewis.
-
"Tranquilo hombre, tranquilo" -contestó Pierce. "Sólo
estamos hablando".
-¿Qué te
sucede negro?- repitió 'Roscoe', luego conocido con su verdadero nombre (William
Rangland). Acto seguido empujó a Pierce fuertemente en el pecho.
En ese
momento, una multitud se abalanzó sobre el alero de Boston. Recibió golpes de
todo tipo, un impacto con una botella de champagne en su rostro y once
puñaladas divididas entre el pecho, su cuello, su cara y su espalda, que
cambiaron su vida para siempre. Se trataba de personas vinculadas con los Made
Men, un grupo de rap más conocido por sus arrestos y hechos vinculados a la
delincuencia que por su calidad musical.
Pierce,
desparramado en el piso, se tomó el rostro, que estaba cubierto de sangre. Empezó
a pedir ayuda. Rangland había sacado un cuchillo de hoja plana del bolsillo
derecho de su pantalón en un intento que, de milagro, no terminó con la vida de
'La Verdad'.
Rangland fue
hacia el baño para lavarse las manos cubiertas de sangre. Acto seguido abandonó
el recinto en un auto de lujo plateado y largo, que no pudo ser identificado en
tiempo y forma por la policía de Boston. Se sentó en el asiento
trasero y el chofer arrancó a máxima velocidad.
La seguridad
de la disco liberó el paso para Pierce y los hermanos Battie, mientras el alero
de Boston se debatía entre la vida y la muerte.
Tony y su
hermano Derrick salvaron la vida de Pierce. Lo cargaron en su auto y manejaron
a toda velocidad hacia el New England Hospital.
Al llegar al
hospital, Pierce estaba envuelto en dolor. Sus amigos lucían desesperados. El
alero de Celtics tenía fuerzas sólo para preguntarles a los doctores si todo
terminaría allí. El pánico se había hecho acreedor de la escena, todo era
caótico. Una estrella del básquetbol mundial estaba en manos de un grupo de
médicos de urgencia.
Antes de
entrar en cirugía, en el ascensor, Pierce miró fijo a los ojos a Battie e hizo
una pregunta que Derrick jamás pudo olvidar:"¿No me han dado en el brazo,
no?".
Mientras
luchaba por su vida, el alero de Boston sólo podía pensar en básquetbol. Es que
el básquetbol era su vida, no podía establecer ambas cuestiones como entes
separados: todo era parte de lo mismo.
La operación
fue exitosa y los médicos confesaron que la chaqueta de cuero lo había salvado,
porque había impedido mayor profundidad en las heridas producidas por el arma
blanca. Una de las puntadas recibidas había quedado a centímetros del corazón:
con un atuendo diferente, la historia hubiese sido completamente distinta.
"De
alguna manera, Dios estaba mirando encima de sus hombros", dijo el
Dr.Graham luego de evaluarlo.
EL JUICIO
Y LOS IMPLICADOS
William
Rangland fue sentenciado de siete a diez años en 2002 por el ataque. Trevor
Watson, una de las personas que tuvo un rol secundario en la agresión a Pierce,
fue condenado a un año de prisión.
Pasó mucho
tiempo sin que se sepa qué había detrás del ataque a Pierce. Cada una de las
cicatrices que conserva en su cuerpo le recuerda a Paul el sufrimiento de
aquella fatídica madrugada del 25 de septiembre en el Buzz Club.
"Estos
son mis marcas ahora, y viviré para siempre con ellas", señaló Pierce,
quien en aquel entonces no se había sometido a ningún tatuaje.
A partir de
entonces, la vida del alero de Celtics cambió para siempre. Tras salir del
hospital, su profesionalismo se enfocó y comenzó a tener más paciencia. A
valorar más la vida, las cosas pequeñas. A moldear, de alguna manera, su
carácter. Fue la bisagra que modificó al joven talentoso en un hombre de
estructura de acero. La transformación del deportista corriente en 'La Verdad'.
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